La baba como continuación del llanto, como una insinuación. Es un lloro rabioso, bien se ve, pero demasiado egoísta; la lágrima no es propia sino ajena: lejos de un dolor completo, central y de la noche, se trata de un dolor por un otro que se muere y es una muerte que acaba, entonces, con el propio plan sacerdotal de la perpetuacón. Dolor, sí. Pero esta vez, nada que ver con la lágrima que se derrama, en silencio y con una montaña empotrada dulcemente en el pecho, por la percanta que nos deja y pisotea las huellas del futuro que se soñó y que no será nunca.
La baba como continuación del llanto, como una insinuación. Es un lloro rabioso, bien se ve, pero demasiado egoísta; la lágrima no es propia sino ajena: lejos de un dolor completo, central y de la noche, se trata de un dolor por un otro que se muere y es una muerte que acaba, entonces, con el propio plan sacerdotal de la perpetuacón. Dolor, sí. Pero esta vez, nada que ver con la lágrima que se derrama, en silencio y con una montaña empotrada dulcemente en el pecho, por la percanta que nos deja y pisotea las huellas del futuro que se soñó y que no será nunca.
ResponderEliminarAsí, tal cual.
ResponderEliminarGracias.